A medida que se avanza en el
conocimiento que tenemos del mundo y el desarrollo tecnológico alcanza cotas
más elevadas, es preciso contar con expertos que lo son cada vez de áreas más
reducidas. Sin embargo, la tendencia en el s. XXI debe ser la integración del
conocimiento por lo que se presenta un reto mayúsculo como es hacerlo compatible
con la superespecialización.
Tal vez el concepto más importante de la
ciencia de este siglo sea el de sistemas complejos, es decir, sistemas con un
número inmenso de grados de libertad, de variables que pueden adquirir
diferentes valores y determinar profundamente el comportamiento de todo el
sistema cuando varían mínimamente, lo cual queda plasmado, por ejemplo, en el
famoso efecto mariposa que asegura que el aleteo de una mariposa en China puede
dar lugar a un huracán en la costa americana.
Los sistemas complejos no sólo tienen
sentido en Física, sino que lo abarcan casi todo en el mundo real y están
presentes en las organizaciones humanas, en los movimientos políticos, la
bolsa, el mercado laboral, los ecosistemas, el sistema inmunológico, la
lingüística y un largo etc. estando claro que para poder estudiarlos es preciso
coordinar muchas áreas de conocimiento, lo cual es complejo en sí mismo, pues
la tendencia humana natural es la atomización, la especialización que da la
espalda a lo demás.
El conocimiento de los sistemas se basa
en un principio que no siempre ha gustado y es que
las propiedades del todo no son la suma de las propiedades de las partes que lo componen,
sino que las
propiedades más importantes emergen sólo al tenerse en cuenta el nivel
correspondiente a la estructura global.
¿En qué se traduce esto en el ámbito de
las organizaciones? En que es preciso tener una visión global unida a cierto
conocimiento también global, para poder entenderlas y, sobre todo, para poder
tomar decisiones acertadas.
Ello implica que el superespecialista
que sólo sabe de su pequeña parcela es incapaz de entender el sistema global y
debe hacer un esfuerzo para acercarse a los diferentes niveles en los que éste
interacciona con el resto.
En otro artículo trataremos el problema
opuesto a la excesiva especialización que no es otro que el de la ignorancia,
mucho más nocivo y que causa graves daños, por ejemplo, en los sistemas que
conforman la administración pública y el ámbito político, en el que con
frecuencia, escudándose en que los técnicos son superespecialistas, se sitúa en
puestos de responsabilidad a políticos ignorantes en la materia, pues es
infinitamente más dañina su ignorancia y habitualmente son un lastre en la
mejora de los sistemas, que deben afrontar los técnicos.
En definitiva, la humanidad avanza a
medida que lo hace su conocimiento de la naturaleza, para lo que es preciso
aunar especialización con integración del conocimiento … huyendo siempre de la
ignorancia.
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.
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