Un sistema educativo solvente es fundamental para construir una sociedad

Periódicamente asistimos a que los medios de comunicación se hacen eco, brevemente, de informes internacionales que comparan los resultados de los sistemas educativos y así se publican titulares sobre las pruebas PISA y se nos repiten las bondades del sistema finlandés o qué hábiles son los coreanos en matemáticas según la OCDE.
Lo cierto es que cuando se comparan nuestros resultados con los de los países que deben ser referencia, salimos mal parados; pero no sólo las calificaciones, sino la conflictividad, el abandono temprano, el absentismo escolar, el porcentaje de titulados, etc. lo cual es un reflejo de que nuestros colegios de infantil y primaria y nuestros institutos –auténtica piedra angular del sistema en el que, además, orbitan otro tipo de centros de iniciativa privada- no funcionan bien, conclusión extensible a nuestra hipervoluminosa oferta de universidades, ninguna de las cuales ocupa lugares destacados en los ranking internacionales.

Bien es cierto que el sistema educativo, siendo el más importante subsistema de una sociedad, es el único que viene siendo evaluado y que si lo fuese cualquier otro, igualmente España ocuparía lugares manifiestamente mejorables aunque no entraremos en detalles porque exceden este artículo.

Para entender qué hacemos mal, es útil saber que características posee un sistema educativo que funcione bien y analizar qué se hace bien en otros países. A nivel más local, en lo que afecta a las prácticas docentes y de gestión educativa de la escuela, esta mirada debe dirigirse también a los buenos docentes y directivos españoles y aprender de ellos.

La educación hasta la enseñanza secundaria se asienta en cuatro pilares:

-El centro educativo.
-La familia.
-El entorno.
-Las influencias a través de los medios, las TIC, etc.

Déficits en cualquier pilar se potencian con los de los restantes, es decir, se multiplican.

El principal problema en España hasta el bachillerato es la conflictividad en las aulas y la falta de trabajo de los alumnos, sobre todo en secundaria obligatoria, lo cual responde a un déficit en la atención que prestan las familias a los alumnos. Sin que las familias les inculquen sólidos valores de respeto, esfuerzo, trabajo y responsabilidad, los resultados no pueden mejorar.

El segundo gran problema es la falta de profesionalidad de los profesores, no inferior a la de cualquier otro sector productivo en España, pero no a la altura de lo que la complejidad de los procesos de enseñanza aprendizaje exigen. El sistema de acceso a la carrera docente no ha contado con filtros que garantizasen que sólo los mejores se incorporasen a tan compleja tarea -de hecho en el caso de los maestros frecuentemente se han incorporado los que poseían expedientes más flojos- el reconocimiento en nuestro país de esta carrera tampoco es la adecuada y la formación didáctica y continua a lo largo de la vida, brillan por su ausencia.

El entorno tampoco acompaña a muchos alumnos y no me refiero a los más desfavorecidos, sino a los que reciben influencias negativas de los amigos y la calle.

La influencia que reciben todos, sin excepción, a través de los medios de comunicación y las TIC es dramáticamente negativa. Contravalores, reconocimiento a figuras pseudofamosas y a deportistas de modo desmedido, series de TV de contenido más que superficial, etc. en definitiva son receptores de una contracultura muy difícil de combatir en la escuela.

Organizándolo todo se debe contar con buenos equipos directivos, buenos gestores políticos y un marco legislativo racional, eficiente y estable … nada de ello se da en España:

Los directivos se extraen de entre los profesores, con escasos filtros y no demasiada formación posterior ni anterior, en un sistema marcadamente horizontal, con lo cual queda todo dicho. De los gestores políticos mejor no hablar, pues son el mayor problema del sistema: 17 consejeros de educación, por regla general profundamente incompetentes, de escasa formación y rara vez expertos en educación y respecto al marco normativo, leyes orgánicas efímeras, politizadas y 17 reinos de taifas malgestionando el sistema sin ninguna estabilidad.

Si de verdad se quisiese afrontar un cambio profundo cuyo objetivo fuese la mejora del sistema, éste necesariamente pasaría por lo siguiente:

-Selección adecuada de los profesores, con filtros de la máxima exigencia e incentivos para que sólo los mejores se incorporen al sistema.

-Idem para los Directores, que deben ser dotados de la suficiente autonomía como para liderar sus equipos docentes y exigir el máximo rendimiento a los profesores, reconociéndoles los logros (a todos, profesores y directivos) y exigiéndoles responsabilidades e incluso el cese (a todos) en caso de ineficacia.

-No dejar en manos de políticos la toma de decisiones y la gestión. La educación, por su importancia, debe estar en manos, exclusivamente, de expertos, a los que se debe exigir que rindan cuentas y que les mueva, exclusivamente, el interés general.

-Exigencia a las familias de que asuman sus responsabilidades a la hora de inculcar valores a los alumnos.

-Premiar a los mejores alumnos, a los más abnegados, así como a los mejores profesores y a las familias más responsables. Con incentivos económicos, material, distinciones, etc.

-No permitir en los centros ningún tipo de indisciplina, exigiendo responsabilidades a las familias por ello.

-Diseñar un marco normativo estable y duradero, en continua revisión pero alejado de los vaivenes políticos.

-Dotar al sistema de recursos económicos suficientes, muy superiores a los actuales que se encuentran por debajo del 5% del PIB y a más de tres puntos de los países más responsables.

-Diseñar itinerarios educativos acordes con los intereses, expectativas y capacidades de los alumnos desde su entrada en la enseñanza secundaria, lo cual evitaría que los alumnos más responsables reciban influencias negativas de los más disruptivos y con ello retraso en su proceso de formación.

La educación debe empezar a tomarse en serio, dejarla en manos, exclusivamente de profesionales y familias responsables y dotarla de recursos acordes a su importancia.

Un país desarrollado pasa por un sistema educativo ejemplar, despolitizado y altamente profesionalizado.



Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.

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