Lo cierto es que cuando se comparan
nuestros resultados con los de los países que deben ser referencia, salimos mal
parados; pero no sólo las calificaciones, sino la conflictividad, el abandono
temprano, el absentismo escolar, el porcentaje de titulados, etc. lo cual es un
reflejo de que nuestros colegios de infantil y primaria y nuestros institutos –auténtica
piedra angular del sistema en el que, además, orbitan otro tipo de centros de
iniciativa privada- no funcionan bien, conclusión extensible a nuestra
hipervoluminosa oferta de universidades, ninguna de las cuales ocupa lugares
destacados en los ranking internacionales.
Bien es cierto que el sistema educativo,
siendo el más importante subsistema de una sociedad, es el único que viene siendo
evaluado y que si lo fuese cualquier otro, igualmente España ocuparía lugares
manifiestamente mejorables aunque no entraremos en detalles porque exceden este
artículo.
Para entender qué hacemos mal, es útil
saber que características posee un sistema educativo que funcione bien y
analizar qué se hace bien en otros países. A nivel más local, en lo que afecta
a las prácticas docentes y de gestión educativa de la escuela, esta mirada debe
dirigirse también a los buenos docentes y directivos españoles y aprender de
ellos.
La educación hasta la enseñanza secundaria
se asienta en cuatro pilares:
-El centro educativo.
-La familia.
-El entorno.
-Las influencias a través de los medios,
las TIC, etc.
Déficits en cualquier pilar se potencian
con los de los restantes, es decir, se multiplican.
El principal problema en España hasta el
bachillerato es la conflictividad en las aulas y la falta de trabajo de los
alumnos, sobre todo en secundaria obligatoria, lo cual responde a un déficit en
la atención que prestan las familias a los alumnos. Sin que las familias les
inculquen sólidos valores de respeto, esfuerzo, trabajo y responsabilidad, los
resultados no pueden mejorar.
El segundo gran problema es la falta de
profesionalidad de los profesores, no inferior a la de cualquier otro sector
productivo en España, pero no a la altura de lo que la complejidad de los
procesos de enseñanza aprendizaje exigen. El sistema de acceso a la carrera
docente no ha contado con filtros que garantizasen que sólo los mejores se incorporasen
a tan compleja tarea -de hecho en el caso de los maestros frecuentemente se han
incorporado los que poseían expedientes más flojos- el reconocimiento en
nuestro país de esta carrera tampoco es la adecuada y la formación didáctica y
continua a lo largo de la vida, brillan por su ausencia.
El entorno tampoco acompaña a muchos
alumnos y no me refiero a los más desfavorecidos, sino a los que reciben
influencias negativas de los amigos y la calle.
La influencia que reciben todos, sin
excepción, a través de los medios de comunicación y las TIC es dramáticamente
negativa. Contravalores, reconocimiento a figuras pseudofamosas y a deportistas
de modo desmedido, series de TV de contenido más que superficial, etc. en
definitiva son receptores de una contracultura muy difícil de combatir en la
escuela.
Organizándolo todo se debe contar con
buenos equipos directivos, buenos gestores políticos y un marco legislativo
racional, eficiente y estable … nada de ello se da en España:
Los directivos se extraen de entre los
profesores, con escasos filtros y no demasiada formación posterior ni anterior,
en un sistema marcadamente horizontal, con lo cual queda todo dicho. De los
gestores políticos mejor no hablar, pues son el mayor problema del sistema: 17
consejeros de educación, por regla general profundamente incompetentes, de
escasa formación y rara vez expertos en educación y respecto al marco
normativo, leyes orgánicas efímeras, politizadas y 17 reinos de taifas malgestionando el sistema sin ninguna
estabilidad.
Si de verdad se quisiese afrontar un
cambio profundo cuyo objetivo fuese la mejora del sistema, éste necesariamente
pasaría por lo siguiente:
-Selección adecuada de los profesores,
con filtros de la máxima exigencia e incentivos para que sólo los mejores se
incorporen al sistema.
-Idem para los Directores, que deben ser
dotados de la suficiente autonomía como para liderar sus equipos docentes y
exigir el máximo rendimiento a los profesores, reconociéndoles los logros (a
todos, profesores y directivos) y exigiéndoles responsabilidades e incluso el
cese (a todos) en caso de ineficacia.
-No dejar en manos de políticos la toma
de decisiones y la gestión. La educación, por su importancia, debe estar en
manos, exclusivamente, de expertos, a los que se debe exigir que rindan cuentas
y que les mueva, exclusivamente, el interés general.
-Exigencia a las familias de que asuman
sus responsabilidades a la hora de inculcar valores a los alumnos.
-Premiar a los mejores alumnos, a los
más abnegados, así como a los mejores profesores y a las familias más
responsables. Con incentivos económicos, material, distinciones, etc.
-No permitir en los centros ningún tipo
de indisciplina, exigiendo responsabilidades a las familias por ello.
-Diseñar un marco normativo estable y
duradero, en continua revisión pero alejado de los vaivenes políticos.
-Dotar al sistema de recursos económicos
suficientes, muy superiores a los actuales que se encuentran por debajo del 5%
del PIB y a más de tres puntos de los países más responsables.
-Diseñar itinerarios educativos acordes
con los intereses, expectativas y capacidades de los alumnos desde su entrada
en la enseñanza secundaria, lo cual evitaría que los alumnos más responsables
reciban influencias negativas de los más disruptivos y con ello retraso en su
proceso de formación.
La educación debe empezar a tomarse en
serio, dejarla en manos, exclusivamente de profesionales y familias
responsables y dotarla de recursos acordes a su importancia.
Un país desarrollado pasa por un sistema
educativo ejemplar, despolitizado y altamente profesionalizado.
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.
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