Tenemos la suerte de vivir en una época en la que los avances científicos nos permiten acercarnos cada día un poco más a los misterios de la naturaleza. Ello se traduce rápidamente en el ámbito tecnológico en nuevos logros en todas las disciplinas, lo que bien aprovechado debiera servirnos para vivir mejor, no sólo los habitantes del primer mundo que tenemos acceso a la tecnología punta, sino todos nuestros congéneres del planeta.
Sabemos que la energía solar es maravillosa, por limpia, silenciosa, carente de impactos e inagotable y por ello nos alegramos de que vayamos abarcando cada vez más áreas en las que sea posible aportar energía a partir de la radiación solar.
Hoy me fijaré en la fusión entre dos de mis pasiones, la aviación y las energías renovables, pues acaba de suceder un acontecimiento que significa una nueva época en la historia de la aviación.
El proyecto solar impulse
El aeronauta suizo Mar Bertrand Piccard representa la tercera generación de una saga de aventureros que se inició con su abuelo, Auguste Piccard, diseñador y constructor del batiscafo “Trieste”, un submarino concebido para explorar las fosas abisales oceánicas, con el que su padre, Jacques Piccard, descendió, junto al teniente de la marina de los EEUU Donald Walsh, el 23 de enero de 1960, a la fosa más profunda de la Tierra (llamada "Challenger Deep") junto al archipiélago de las Marianas en el océano Pacífico, que posee una profundidad de casi 11 km. El reto es tan complejo que tuvieron que transcurrir 52 años hasta que se bajase nuevamente a tal profundidad (el cineasta americano James Cameron el 26 de marzo de 2012).
Pues bien, Bertrand es el director del proyecto Solar Impulse que se ha marcado como objetivo mostrar algunas de las oportunidades que representa el vuelo propulsado mediante energía solar.
Y es que la aviación convencional posee un grave problema, sus enormes consumos de combustibles derivados del petróleo. Así, un Jumbo (Boeing 747) “devora” para trasladar sus 360.000 kg (más de 500 pasajeros) unos 1.200 litros de combustible cada 100 km, es decir, unos 150.000 litros en un viaje medio o 4 litros por segundo.
Está claro que en una época en la que intentamos transitar hacia un modelo energético sostenible, la aviación convencional necesita una profunda revolución.
El avión solar
Se trata del Solar Impulse, un prototipo de extremada ligereza (1.600 kg) y enorme envergadura, 63,4 m o lo que es lo mismo, casi la de un Jumbo. Estas características implican que posea una minúscula carga alar que le exige poca energía para mantenerse en el aire y un alargamiento enorme que le permite aprovechar cualquier ascendencia por leve que sea; pero posee una velocidad de vuelo muy baja (en el entorno de los 70 km/h) y es extraordinariamente sensible a las turbulencias, por lo que ha de volar a gran altura para intentar librase de ellas.
En sus alas lleva alojados unos 12.000 elementos fotovoltaicos que transforman en electricidad la radiación solar y le permiten accionar sus cuatro motores, de 9,86 HP de potencia unitaria, suficientes para permitir que se eleve hasta los 9.500 m, eso sí, aprovechando las ascendencias térmicas que encuentre por el camino.
Los trabajos comenzaron en 2003 y en 2009 se presentó un prototipo que a finales de ese año realizó sus primeros “saltos a ras de pista" para evaluar su comportamiento y afinarlo antes de someterlo a vuelos propiamente dichos.
Vuelo nocturno
Uno de los problemas asociados al uso de la energía solar, es la dificultad que existe para que el aprovechamiento se haga también cuando el Sol desaparece, porque es de noche o porque se oculta tras una nube.
Para solventar este problema, la aeronave está dotada de baterías de ión de litio que le permiten acumular la electricidad que no consumen sus motores para ser utilizada cuando el Sol se oculta, habiéndose planteado sus diseñadores el objetivo de volar durante una noche entera, lo cual se llevó a cabo el 8 de julio de 2010, con un vuelo de 26 h de duración que supuso una nueva página en la historia de la aviación.
Vuelo entre dos continentes
El 24 de julio de 2012, al mando de Bertrand Piccard y André Borschberg, el avión aterrizaba a las 20:30 h en Payerne (Suiza) tras recorrer 6.000 km durante su primer viaje intercontinental de ida y vuelta entre Europa y África.
El vuelo se había iniciado el 24 de mayo y ha constado de ocho etapas, entre Suiza y Marruecos –ida y vuelta- pasando por España.
El siguiente objetivo es la circunnavegación aérea del planeta (incluso sin escalas en una segunda fase), objetivo que sin duda se alcanzará próximamente, al menos en la modalidad de varias escalas.
En definitiva, se ha demostrado que la navegación aérea puede incorporar las energías renovables para dar el paso que le permita adaptarse a la nueva época en la que la tecnología ha de ser respetuosa con el medioambiente. Espero que desde otros ámbitos se apueste por este modelo y que en un futuro próximo podamos ver surcar los cielos aviones de pasajeros propulsados por energía solar, hidrógeno (quiero decir mediante reacciones re-dox no contaminantes), agrocombustibles, etc.
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.
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