Desde la revolución industrial el desarrollo tecnológico y
humano ha ido íntimamente ligado al consumo cada vez más intenso de
combustibles fósiles, lo cual ha sido –y sigue en la actualidad- un modo de
dilapidar cantidades inmensas de energía que se ha ido acumulando a lo largo de
millones de años en
los productos de la
descomposición de restos orgánicos. Esta es la esencia de los combustibles
fósiles (carbón mineral, gas natural y petróleo), pues son una especie de elixir
energético destilado a lo largo de periodos de tiempo enormes ... que nosotros
devoramos en unos años.
Estos combustibles al ser consumidos –o deberíamos decir,
quemados- desprenden residuos tóxicos que envenenan el planeta y emiten gases
de efecto invernadero que están alterando el clima y consecuentemente los
frágiles equilibrios medioambientales. Revertir ese rumbo debería ser un
objetivo prioritario de todas las sociedades presentes y futuras, de modo que
podamos entregar a nuestros hijos y nietos un planeta como el que nosotros
recibimos, o mejor.
Es por tanto prioritario reducir al mínimo las emisiones
contaminantes y en particular, el consumo de combustibles fósiles, para lo cual
un camino a transitar es de la generalización de sistemas eléctricos en todo
tipo de vehículos, que obtengan su electricidad exclusivamente de fuentes
limpias, esto es, hidroeléctrica, solar y eólica, entre otras.
Celda de combustible para demostración y educación. Su coste unos pocos euros.
En
esa tarea hemos de prestar mucha atención a los modos de generación y
de
acumulación de la electricidad y desarrollar alternativas a las
tecnologías más contaminantes e incluso a las actuales baterías, que
sean más limpias y eficientes y tal vez la más interesante de esas
alternativas
sean las cendas de combustible, a veces llamadas pilas de combustible.
Estas celdas, como hemos mencionado en otros artículos,
tienen su fundamento en reacciones redox (igual que las baterías ordinarias) que
pueden utilizar como reactivos hidrógeno
o
metano entre otros y a su alta eficiencia se
añade que no producen residuos contaminantes ni gases de efecto
invernadero. Su peculiaridad es que más que acumuladores son generadores
eléctricos, pues a martir del combustible genern directamente
electricidad.
En su formato clásico, el hidrógeno (o el metano) se ponen
en contacto con oxígeno del aire y se transforman en vapor de agua, generando electricidad
en el proceso .... algo impresionante por su simplicidad y limpieza. Para
acelerar el proceso –realmente es imprescindible porque si no sería
imperceptible- la reacción se lleva a cabo a través de una membrada de
intercambio iónico que lo cataliza y que, por tanto, apenas se consume en el
proceso (aunque sí se va deteriorando lentamente con el uso).
Este tipo de celdas de combustible podrían ser el
complemento perfecto para los motores eléctricos, sin descartar –y esto es muy
importante- que fuesen complementadas en los momentos en los que el vehículo
precise un extra de potencia, con otras tecnologías, que bien podrían ser
pequeñas baterías de litio, turbinas de hidrógeno, etc.
Lógicamente y como siempre recordamos, más importante aún es
el cambio de hábitos de consumo, la racionalización de los desplazamientos, el
desarrollo de vehículos muy ligeros y con la potencia imprescindible para
desplazarnos y el abandono de la generalización de vehículos pesados y
sobrepotenciados, pues en esto del transporte más que en cualquier otra cosa
....
La energía más limpia es la que no se consume.
Saludos.