Llegar a entender por qué la Tierra gira alrededor del Sol y
describir con precisión su órbita, sería relativamente sencillo si la Tierra y
el Sol fuesen “perfectos” –de hecho bastaría con que fuesen perfectamente
esféricos y homogéneos-, aislados del resto del universo –o que no hubiese más
cuerpos en él- y que tuviésemos un
conocimiento preciso de su posición y velocidad sólo en un instante determinado
… sin más.
El problema –o la buena noticia, según se mire- es que la
naturaleza no sigue esos patrones de perfección humana, es más peculiar y
variopinta, pero sobre todo –y es lo que se relación con la complejidad- sucede
que en la naturaleza interaccionan entre sí, continuamente, multitud de objetos,
partículas, cuerpos …. sistemas de los cuales no es posible conoce ni medir con
total precisión, ni siquiera en un instante, sus posiciones y velocidades (o
cualquier otro tipo de magnitudes: presión, temperatura, aceleración, densidad,
viscosidad, etc.)
Esto, unido a que las leyes matemáticas que podrían
permitirnos describir los sistemas, son no lineales –es decir tienen soluciones
que evolucionan de modo radicalmente diferente en función de sus valores
iniciales- hace que la naturaleza sea intrínsecamente compleja y sólo
predecible dentro de ciertos límites aunque se conozcan los mecanismos mediante
los que interaccionan todos los cuerpos implicados.
Así pues, se da la paradoja de que se pueden conocer
exactamente las leyes que gobiernan un sistema (por ejemplo la gravedad en la
órbita lunar) pero no ser posible obtener una predicción de la evolución de la
naturaleza suficientemente precisa por no conocer con suficiente precisión la
situación de partida de los cuerpos que intervienen o, de modo más real, porque
cualquier levísima perturbación que reciban que no se hubiese tenido en cuenta
inicialmente (un meteorito que pase junto a la luna) nos aleja tanto de las
soluciones halladas inicialmente que las hacen inservibles.
Eso es esencialmente la complejidad intrínseca de la
naturaleza, que da lugar a cierto tipo de indeterminación clásica, parecida a
la indeterminación cuántica, más conocida, pero paradógicamente menos influyente
en nuestras vidas cotidianas … y sí, la incertidumbre en el conocimiento de la
naturaleza es un fenómeno clásico que no surgió con la mecánica cuántica como
muchas personas erróneamente piensan.
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.
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