La justicia sólo se puede conseguir combatiendo la injusticia en su lugar de origen.


 
Ahora que España está recorrida por una ola de solidaridad hacia los ciudadanos sirios que abandonan su país por el terrorismo musulmán, sin que la mayoría conozca qué implica para un país acoger a un refugiado y qué deberes tiene para con él durante los años siguientes, hay que celebrar el impulso solidario pero lamentarse por vivir en una sociedad miope, que sólo responde ante estímulos visuales, en este caso la fotografía de un niño tristemente ahogado en el intento de sus padres de abandonar su tierra.

La injusticia, generalizada en el mundo, sólo puede combatirse donde se haya y muy particularmente en el caso de las injusticias debidas a las consecuencias de conflictos violentos de gran escala, tal y como sucede en Siria … y en Chad o el Congo con miles de niños soldados matándose y esperanzas de vida de 45 años, Birmania con una mortalidad infantil del 10%, Etiopía con el 90% de la población sin acceso al agua potable, República Centroafricana con el 10% de la población con sida, Nigeria, Afganistán, Irak, Kachemira, Sudán donde aún se trafica con auténticas caravanas de esclavos, Chechenia, Sri Lanka, Somalia, Kurdistán, Tailandia, Uganda con 2.000.000 de desplazados y el 15% de mortalidad infantil o Yemen donde los chiíes mantienen abierto un conflicto sangriento liderado por sus clérigos.

Si occidente quiere lavar su conciencia debería intervenir allá donde le sea posible, no en aras de asegurarse petróleo barato, materias primas, mercados emergentes y bases militare, sino para ayudar en la consecución de la justicia, la libertad y la capacidad de generar riqueza y cultura y dejarse de hacer el paripé mediático de acoger a unos miles de desplazados en cada país que sólo son una gota efímera en el océano de injusticia planetario.

Países que como España han venido sufriendo la llegada incontrolada de inmigrantes sin cualificar que contribuyen al deterioro social y, sobre todo, del frágil estado de bienestar que veníamos creando, no puede seguir en la senda de descuidar a sus ciudadanos, manteniéndolos en listas de espera sanitarias insoportables, deteriorando su educación pública, aumentando incesantemente sus impuestos, privándoles de todo tipo de ayudas que se reservan con frecuencia a ciudadanos recién llegados y un largo etc. que sólo puede tener como desenlace el auge de movimientos antisistema, xenófobos o populistas.

El intercambio de ciudadanos entre países los enriquece, pero estos flujos deben ser ordenados, con un objetivo al llegar en forma de contrato de trabajo y asumiendo impepinablemente las costumbres y la cultura del país de acogida.

Por todo ello es inaceptable que países como éste con millones de nacionales al borde de la pobreza, la mitad de sus jóvenes en el paro y sin expectativas, la educación y la sanidad  al borde del colapso o las personas dependientes olvidadas y sin ayuda, se dedique a hacer de Quijote y abra aún más sus ya permeables puertas.

La justicia sólo se puede conseguir combatiendo la injusticia en su lugar de origen.


Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.

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