En
dicho informe se dan los siguientes datos, referidos a los últimos 25 años:
-Reducción
del 26% en la cantidad de agua dulce disponible por habitante.
-Reducción
en la captura de peces salvajes
-Aumento del
75% en el número de zonas muertas en los océanos
-Pérdida de
más de 121 millones de hectáreas de bosque
-Aumentos en
las emisiones globales de carbono y en las temperaturas promedio
-Aumento del
35% de la población humana
-Reducción
del 29% en el número de mamíferos, reptiles, aves anfibios y peces.
Todos ellos
son muy preocupantes, pero me quedo con el incesante aumento, casi exponencial,
del número de habitantes del planeta y de las emisiones de CO2.
Lo primero
implica el consumo de recursos naturales y de transformación de la superficie a
un ritmo creciente y lo segundo la aceleración del cambio climático por efecto
invernadero anómalo con la consiguiente ruptura de los equilibrios ecológicos y
la desaparición progresiva de las condiciones de vida sobre la Tierra tal y
como las hemos conocido.
Es preciso que el control de la natalidad se haga efectivo en las zonas de mayor proliferación, lo cual coincide con las zonas en las que pobreza es también mayor y el desarrollo social y cultural más precario.
Es preciso
también que sin vacilación, todos los países del planeta se comprometan en la
reducción de emisiones de gases contaminantes. Primero en que no sigan
creciendo las emisiones y posteriormente en su disminución. Cada uno de acuerdo
a sus emisiones actuales y tendiendo también a la equiparación entre países de
la ratio emisiones por habitante sin que ello pueda implicar el aumento global,
obviamente.
Si seguimos por esta senda suicida, el planeta no desaparecerá –aunque tal vez se convierta en una gran piedra envenenada yerma- desapareceremos nosotros ... o lo que es peor, desaparecerán nuestro hijos y nietos.
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.
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