El valor del ahorro I

Nos gusta decir a algunos que la energía más limpia es la que no se consume, la que no se gasta, la que no llega jamás a utilizarse y parece que no nos falta razón. Como veremos en una serie de artículos, no debería haber dudas respecto a que las transformaciones energéticas alteran nuestro planeta y lo hacen para mal, a pesar de que no todas las fuentes de energía son igual de nocivas, ni de que la solución al problema sea vover a subirnos a los árboles a tirar piedras.
Me centraré en un concepto técnico que se denomina necesidad energética y que es la cantidad de energía que es preciso aportar o quitar a un sistema para conseguir un fin previsto. Obsérvese que no es la energía que emplean nuestros aparatos para conseguir el fin -esta es mayor- sino la energía físicamente necesaria para logar el objetivo. Si el objetivo es enfriar una cerveza un grado, la necesidad energética sería la energía que se ha de extraer de la energía interna de la cerveza, para que su temperatura disminuya un grado.
Esa energía provendrá, en último término, de un yacimiento de carbón, de un pozo petrolífero, de una mina de uranio, etc. y recorrerá un largo e ineficiente camino -lleno de pérdidas- hasta llegar a nuestra nevera, que además podrá ser eficiente o ineficiente.
Pues bien, se evalua que en promedio, la eficiencia global de nuestro sistema energético, desde la energía primaria -carbón, petróleo, etc.- hasta la necesidad energética, es del 3%. Es decir, es un ridículo e indignante 3%. ¡El 97% de la energía que ponemos en juego en el sistema se pierde!
Desde esta perspectiva es fácil darse cuenta de algo trascendente:

Si una medida de ahorro en nuestra casa, consigue que no necesitemos 3 kWh de energía, habremos evitado al planeta el despilfarro de 100 kWh de energía primaria -con el consiguiente ahorro de emisiones e impacto medioambiental, por no mencionar las balanzas externas del país y el impacto en la economía-.
Es asombroso pero cierto.

Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.